El presente artículo fue publicado en inglés en el sitio Left Voice, que es parte de la Red Internacional La Izquierda Diario en Estados Unidos.
Decenas de miles de personas están participando de los actos de «Lucha contra la Oligarquía» que Bernie Sanders y Ocasio Cortez organizan en todo Estados Unidos. Los asistentes se muestran indignados no solo con Trump, sino con el sistema capitalista y los dos partidos que lo sustentan. Esa energía debe canalizarse hacia la organización independiente de la clase trabajadora desde abajo.
El senador de Vermont, Bernie Sanders, se dirige a una multitud de decenas de miles de personas, acompañadas en el escenario por la diputada por Nueva York [del ala progresista del Partido Demócrata], Alexandria Ocasio-Cortez. Sus llamados a favor de Medicare para todos, un Nuevo Pacto Verde, un salario mínimo federal de 15 dólares la hora, matrícula universitaria gratuita e impuestos para los estadounidenses más ricos, son recibidos con ovaciones estridentes. Sanders critica duramente a Trump y a los multimillonarios que dirigen la política en Estados Unidos.
Pero no estamos en 2019, sino en marzo de 2025. Sanders se dirige a una multitud de más de 34.000 personas en Denver, Colorado, en los primeros meses del segundo mandato de Donald Trump. Tiene una pasión que se extinguió en gran medida durante la era Biden, cuando el ala progresista del Partido Demócrata se alineó con sus políticas, incluyendo la financiación del genocidio en Gaza. Este acto es más grande que cualquier otro de Harris o Trump durante la campaña de 2024, y más grande que cualquiera de los actos de Sanders durante sus dos campañas presidenciales. Pero ni Sanders ni Alexandria Ocasio-Cortez (AOC) se postulan para ningún cargo.
AOC y Sanders están de gira por el país, hablando tanto en estados republicanos como demócratas, como parte de una serie de mítines y eventos titulados «Luchando contra la oligarquía». Cada parada atrae a miles de personas, a menudo decenas de miles. El mensaje que proyectan es de unidad desde abajo contra los ataques de la administración Trump, lo que, con el prestigioso puesto de Elon Musk en la Casa Blanca, simboliza la alianza abierta entre el gobierno y los multimillonarios: una nueva era dorada para la oligarquía estadounidense.
Se están movilizando contra Trump, dando salida a la ira contra la administración y creando un punto de convergencia para amplios sectores descontentos tanto con Trump como con la supuesta oposición en el Partido Demócrata. Dando vueltas en círculos durante los primeros meses de la avalancha de ataques de Trump contra la clase trabajadora y la inestabilidad internacional, el Partido Demócrata se encuentra en una nueva fase de una crisis histórica y está intentando reescribir su relación con la clase trabajadora y la juventud. Sanders y AOC, con el elenco de nuevas caras progresistas que los acompañan en cada ciudad, están allanando el camino hacia un futuro posible para los demócratas.
Pero el futuro de los trabajadores no puede arriesgarse en otro intento condenado al fracaso de transformar al Partido Demócrata de un partido capitalista a un vehículo para un cambio gradual para la clase trabajadora y los oprimidos.
Un imán para el sentimiento anti-Trump
Las miles de personas que acuden a los mítines de Sanders demuestran que la ira está latente entre la clase trabajadora y los jóvenes. Hay sed de luchar contra Trump y sus ataques a los derechos democráticos y a los últimos vestigios del estado de bienestar; existe una inmensa indignación por el hecho de que un multimillonario como Elon Musk haya tenido acceso total a las agencias gubernamentales para recortar la plantilla y facilitar el camino a sus negocios. Como lo expresó sucintamente un asistente al acto :”Que se jodan todas las malditas oligarquías que intentan gobernar este país”.
Esa indignación se refleja en la caída de los índices de aprobación de Trump, que han caído más del 14 % en los últimos tres meses, desplomándose tras su «Día de la Liberación». Hemos visto esta indignación expresada en asambleas públicas de todo el país, donde políticos republicanos son criticados duramente por apoyar los recortes propuestos por Trump a programas sociales que dijo que no tocaría, y los demócratas son criticados por no hacer frente a estas políticas como prometieron. En medio del caos de Trump, la gente no ve que su situación mejore. Está empezando a contagiarse a las calles, con los cientos de miles de personas que se movilizaron en todo el país como parte de las protestas “Hands Off” («¡Manos Fuera!») el 5 de abril.
Los mítines de Sanders y AOC dan una idea de cuán generalizada, aunque desorganizada y, hasta ahora, contenida, está esta indignación. De hecho, no se limitan a los bastiones progresistas; la primera etapa de su gira, por ejemplo, se ha centrado en el medio oeste y el suroeste de Estados Unidos, atrayendo a miles de personas a actos en estados que votaron por Trump en las elecciones de 2024 por amplios márgenes, como Montana y Nevada.
En ese sentido, estas manifestaciones son una muestra representativa del sentimiento anti-Trump, reuniendo a miembros de sindicatos, activistas de derechos reproductivos, activistas de derechos de inmigrantes, acérrimos «Bernie Bros», partidarios de Hillary Clinton e incluso antiguos republicanos de toda la vida. Jóvenes con keffiyehs se paran junto a personas que podrían haber llevado gorras MAGA en 2016. No todas estas personas son partidarios de Sanders o incluso demócratas. De hecho, más de la mitad de las personas que se inscribieron para asistir a la gira no habían asistido antes a uno de los eventos de Sanders ni habían formado parte de su red de partidarios. Se trata de personas que tienen miedo y están enfadadas por el caos de la administración Trump, así como están indignadas por la falta de lucha del Partido Demócrata, y buscan, no solo una alternativa, sino también una forma de contraatacar.
Indignación contra el Partido Demócrata
No se trata solo de que AOC y Sanders estén en el lugar correcto en el momento oportuno: la inmensa asistencia a sus mítines es producto de la ira contra Trump, pero también contra el Partido Demócrata, que allanó el camino para el trumpismo en 2016 y de nuevo en 2024, y que ahora no tiene nada que ofrecer a la gente ante los ataques generalizados contra los inmigrantes, el derecho a la protesta y la libertad de expresión, contra las personas trans, y contra los servicios sociales y el empleo.
Sanders y AOC responden al reconocimiento generalizado de que el Partido Demócrata ha fracasado y sigue fracasando en organizar una oposición seria a Trump y la extrema derecha en el Congreso y los tribunales. Pero esto va más allá de los últimos diez años: AOC y Sanders reflejan lo que muchos saben desde hace mucho tiempo: los demócratas han forjado su identidad en torno a la preservación de un statu quo que beneficia a Wall Street mientras la clase trabajadora sufre. La ira contra los demócratas es tan grande que Sanders se ve obligado a reconocerlo, aunque sea parcialmente: “No les diría la verdad si no les dijera que dentro del Partido Demócrata hay multimillonarios que tienen una influencia indebida… La democracia es una persona, un voto, no multimillonarios comprando elecciones”.
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AOC va más allá y critica a los demócratas que buscan ganarse el favor de sectores de la base de Trump jugando a la derecha en cuestiones de inmigración y derechos de las personas trans, y les dice que se hagan a un lado: “A aquellos líderes de ambos partidos, dispuestos a menospreciar a sus compatriotas para progresar o sentirse mejor consigo mismos, les recomiendo que busquen un hogar en otro lugar. Y si eres un niño o una familia LGBT, no podemos echarte abajo para ganar unas elecciones”.
Si bien en su programa Sanders y AOC mantienen un estricto populismo económico, en su retórica están corrigiendo el rumbo de la idea de que el problema del Partido Demócrata es que presta demasiada atención al racismo, el sexismo, la homofobia y la transfobia. Esta vez, su mensaje es de unidad contra los multimillonarios y la extrema derecha, que se especializan en hacer que nos enfrentemos entre nosotros, según criterios de izquierda y derecha, raza y género, credo y cultura.
Sanders y AOC se apartan de la narrativa clásica del Partido Demócrata, admitiendo que Trump no es una aberración, sino el resultado natural de un sistema manipulado por los ultra ricos, trazando una línea clara entre la clase multimillonaria y el sufrimiento de la gente común, un sistema defendido por el Partido Demócrata.
Control de daños del Partido Demócrata
Sanders y AOC no están lanzando una insurgencia descontrolada desde fuera del partido. A pesar de sus críticas, Sanders y AOC están controlando los daños del Partido Demócrata, intentando transformar la desilusión en apoyo a un partido imperialista en crisis que ha registrado índices de aprobación históricamente bajos en los últimos meses. Su retórica y su programa progresista están al servicio del rejuvenecimiento del partido: a corto plazo, para contener el descontento y, a largo plazo, para reparar su relación con la clase trabajadora.
Este es el eje central de estos mítines; Sanders y AOC están probando una hipótesis sobre cómo atraer a la clase trabajadora de vuelta al abrazo sofocante del Partido Demócrata con un programa progresista. Lejos de la vaga complacencia de Harris hacia la «clase media» durante la campaña electoral —que AOC apoyó con todas sus fuerzas en aquel momento—, Sanders y AOC adaptan su diálogo específicamente a la clase trabajadora de Estados Unidos.
Con su típico estilo populista, Sanders dedica parte de sus discursos a escuchar a los asistentes. «¿Qué tipo de estrés sufren los trabajadores hoy en día?», pregunta al público en Greeley, Colorado. «Estrés financiero», grita uno. «¡Matrícula!», exclama otro. «Seguridad laboral» y «Salud mental» también resuenan entre la multitud. Las entrevistas con los asistentes al mitin revelan un tema singular: la gente no llega a fin de mes en trabajos donde el lucro capitalista siempre prima sobre sus vidas.
Más allá de los tímidos gestos de desafío del ala del establishment del Partido Demócrata, Sanders y AOC siguen una lógica política simple: la gente necesita algo contra lo que luchar, pero también necesita algo por lo que luchar. Los clichés y el procedimentalismo no bastan. La gente quiere atención médica. Quiere el derecho al aborto. Quiere vivienda. Quiere un salario digno. Quiere educación. Quiere sindicatos. Quiere acción climática. Y quiere luchar por sus intereses, no que estos sirvan como moneda de cambio para los políticos.
Pero Sanders y AOC han tenido que añadir otros puntos a su programa. Necesitan atraer de nuevo a los jóvenes y a otros votantes marginados bajo el ala de los demócratas. No se trata solo de maniobras como la de Sanders abriendo el concierto de Clairo en Coachella. Los demócratas perdieron un apoyo significativo en este sector en las últimas elecciones, especialmente por la cuestión del genocidio en Gaza. Esto es lo suficientemente grave como para justificar que Sanders abandone su enfoque habitual en los asuntos internos para hablar del genocidio, afirmando que no se debe destinar ni un céntimo más a la guerra de Netanyahu contra el pueblo palestino.
El propósito de estas manifestaciones es lograr que los trabajadores apoyen la idea de que pueden utilizar al Partido Demócrata para sus propios fines; que pueden votar a los demócratas adecuados para que ocupen el cargo y ser recompensados con un programa que utiliza la enorme riqueza imperialista de los Estados Unidos en programas sociales para la clase trabajadora y los pobres, que fortalece a los sindicatos y limita la influencia abierta de multimillonarios como Elon Musk.
Esto no es solo una nota al pie ni un detalle inconveniente. AOC y Sanders defienden un programa nacionalista que, en última instancia, enfrenta a la clase trabajadora de otros países con quienes viven en Estados Unidos, oscilando entre políticas intervencionistas más abiertas y, ahora, más hacia la agenda xenófoba de Trump, «Estados Unidos Primero», que acarreará más dificultades para la clase trabajadora al otro lado de las fronteras estadounidenses. El mes pasado, Sanders reafirmó su aprobación de las políticas migratorias de Trump , diciendo que el presidente estaba «asegurándose de que nuestras fronteras sean más fuertes… No creo que sea apropiado que la gente cruce la frontera ilegalmente, así que tenemos que trabajar ahora en una reforma migratoria integral».
Incluso como casos excepcionales que funcionan en gran medida dentro del sistema bipartidista, el programa que AOC y Sanders están presentando es uno que media en la relación entre la clase trabajadora y la clase capitalista para mantener los engranajes del imperialismo estadounidense funcionando. Esto se ha vuelto una tarea aún más urgente diez años después de la primera candidatura de Sanders a la presidencia, mientras Estados Unidos lucha por mantener su hegemonía en el escenario mundial, enfrentando una economía volátil, conflictos más abiertos entre potencias y posibles rivales. Sanders lo reconoce en sus discursos. «En una economía global competitiva, necesitamos la fuerza laboral mejor capacitada del mundo», dice Sanders, haciendo referencia a la competencia con China. Sanders y AOC saben tan bien como Chuck Schumer o Nancy Pelosi que la clase dominante necesita trabajadores a bordo si Estados Unidos quiere recuperar su posición en el escenario mundial.
A pesar de todo su brío y vigor, y de toda su charla sobre la organización de comunidades y la «solidaridad de clase», Sanders y AOC solo tienen una receta: votar por los demócratas. Al final de todos sus discursos, AOC dice: “Necesitamos un Partido Demócrata que luche más por nosotros también. Y eso significa que las comunidades elijan y voten por demócratas y funcionarios electos que sepan defender a la clase trabajadora. […] Necesitamos unirnos y dedicar cada día del próximo año a educar a nuestros vecinos, conectar con ellos para expulsar a estos republicanos y reemplazarlos con demócratas combativos”.
El Partido Demócrata no puede contener la ira contra Trump
Una vez más, las decenas de miles de personas que acudieron a los eventos de “Luchando contra la Oligarquía” muestran que hay una ira creciente contra Trump que el establishment del Partido Demócrata no puede contener por completo: hay una voluntad de luchar y un reconocimiento en algún nivel de que necesitamos forjar una alternativa a los partidos procapitalistas osificados.
Escribiendo para The Guardian, Eric Blanc celebra las manifestaciones mientras llama a Sanders y AOC a unir a amplios sectores para movilizarse hacia las protestas contra Musk y otras iniciativas contra Trump, incluidas las elecciones. En cierto sentido, tiene razón. Los políticos de la clase trabajadora deben ser conductos de la lucha de clases, elevando las demandas de los trabajadores y movilizando activamente a la gente a las calles; solo mire el ejemplo de los socialistas en el Congreso de Argentina que están en las calles en las líneas del frente contra el Gobierno de Javier Milei. El jueves pasado, después de meses de masticar rabia y en medio de un aumento de las movilizaciones en las calles en Argentina, la clase trabajadora realizó un importante Paro Nacional contra la agenda derechista de Javier Milei. Los congresistas socialistas del PTS-FIT como Myriam Bregman, Christian Castillo, Nicolás del Caño, Alejandro Vilca y Andrea D’Atri jugaron un papel importante agitando la necesidad de unirse a la huelga. El día antes de la huelga, durante las protestas semanales de los jubilados contra los recortes gubernamentales, que se han convertido en puntos álgidos de la lucha contra Milei, los socialistas del Congreso argentino se movilizaron junto a los manifestantes en apoyo a los jubilados. Imaginen si estas manifestaciones de «Lucha contra la Oligarquía» en Estados Unidos fueran espacios donde trabajadores, estudiantes y comunidades pudieran debatir y votar juntos sobre un plan de acción concreto para denunciar las políticas de Trump.
Hoy, el ala progresista del Partido Demócrata se enfrenta a retos diferentes que los que tenía hace cuatro, ocho o diez años, para darle cobertura por izquierdista al partido. La clase trabajadora está enfadada y harta, pero también politizada. Ha atravesado importantes capítulos de lucha de clases y acontecimientos que han transformado la conciencia, desde el primer gobierno de Trump hasta Black Lives Matter, la pandemia, las oleadas de protesta y el resurgimiento del movimiento estudiantil. Y a partir de ahí, tenemos una oportunidad sin precedentes para demostrar que solo la movilización independiente de la clase trabajadora puede vencer a la extrema derecha y luchar para que el futuro de nuestra clase no se venda para salvar al capitalismo de las crisis que genera.