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Ninguna otra actividad hace más feliz a una nación que el fútbol. Un levantador de pesas gana una medalla de oro, bien; un boxeador logra un título mundial, qué bueno; un ciclista triunfa en el Giro de Italia, muy lindo. La Selección gana un partido de los grandes y sale el sol. No hay comparación. Nada genera tal sensación en la gente. El fútbol es transversal a todo el arco social de un país. Cuando gana la Selección, es un tsunami de alegría, una felicidad nacional sin divisiones. Y si se le gana a Argentina, más. Todos celebran el doble vencer a la Albiceleste. Vaya última o sea campeón del mundo, como ahora. A Brasil también, pero menos. Eso siente Colombia hoy: una dicha ciudadana que engloba a todos. La íntima satisfacción de sentirse buenos, ganadores.

 

Lo mismo aconteció en Bolivia, que contra todo pronóstico venció a Chile en Santiago por primera vez en 98 años de enfrentamientos. Dados los antecedentes históricos entre ambos países (la Guerra del Pacífico, una herida que nunca cierra, en la que Bolivia perdió el mar) para la Verde fue como dar una vuelta olímpica. Desde 1993 no ganaba un partido de visitante. Y lo hizo en gran forma. El país altiplánico amaneció con una amplia sonrisa de oriente a occidente pese a los devastadores incendios forestales que padece.

 

Y otro tanto vale para Paraguay, que venció a Brasil y desató una euforia general. La Albirroja lleva tres Mundiales viéndolos por televisión (2014-2018-2022), y el pésimo arranque en esta Eliminatoria suponía un cuarto. Pero asumió Gustavo Alfaro y en dos partidos dio vuelta la media: empató ante Uruguay en Montevideo -estando muy cerca de ganar- y ahora tumbó a Brasil con un supergolazo de Diego Gómez. La selección guaraní se metió de lleno en la pelea por un cupo directo.

 

* Lo entendió. Sin jugar bien, ganó bien. Básicamente, lo supo ganar, lo quiso, lo buscó. Esta Colombia de Lorenzo entendió que no siempre se puede dar espectáculo ni ganar 5 a 0. Hay partidos que se sacan adelante presionando, con carácter, poniendo ganas, metiendo pierna, haciendo tiempo, reclamando al árbitro las que son y las que no. No es que nos guste eso, se dan así y hay que saber captarlo. Ya se acostumbró, Colombia. Derrotó a Alemania en Alemania, a España en Londres, a Brasil y Argentina en la Eliminatoria, en la Copa América a Uruguay, que le propuso una guerra para achicarlo. Sin temple esos duelos no se ganan. Ya sus jugadores entendieron cómo se encaran estos partidos. Con esta misma mentalidad debió jugar la final de la Copa en Estados Unidos. Este 2 a 1 a Argentina lo resolvió con menos juego que nunca, aunque con inusual actitud.

 

* No se jugó. Después del dudoso penal que le dio el triunfo, Colombia bajó la persiana, no quiso jugar más, quemó tiempo. Le hizo arrorró al partido y se quedó con la victoria que buscaba. Del segundo período apenas se contabilizaron 19 minutos de tiempo neto de un total de 52:22. En once saques de arco, Camilo Vargas consumió 13,05 minutos.

 

* Vía aérea. James pateó ese penal como los dioses, imposible de tapar, aún para un especialista como Dibu Martínez: alto, bien fuerte y esquinado. ¿Por qué en las definiciones por penales los ejecutores no intentan algo así…? A propósito del 10: es, segurísimo, el mejor centrador de la historia de este juego. Siempre su lanzamiento es peligro de gol. La letal eficacia de esta Colombia en el juego aéreo es una combinación de los envíos fabulosos de James y más de media docena de cabeceadores letales: Dávinson Sánchez, Lerma, Yerson Mosquera, Yerry Mina, John Jader Durán a favor de su altura y potencia de salto, Daniel Muñoz por sus apariciones sorpresivas y Lucho Díaz porque, entre otras virtudes, es una de sus especialidades. En tanto juegue James y ponga esos despachos puerta a puerta, todos los rivales del mundo van a sentir esa fortaleza en el aire.

 

* Inesperado. “¿Pensaron que nunca íbamos a atacar…?”, se preguntó Óscar Villegas, el flamante y revulsivo entrenador de Bolivia, que se ha convertido en un personaje nacional. Tomó a una Bolivia desahuciada y en dos partidos logró 6 puntos y un triunfo histórico sobre Chile, con el que nadie soñaba siquiera. En la goleada de 4 a 0 sobre Venezuela pudieron haberlo ayudado los 4.150 metros de El Alto, donde hizo de local. Pero Santiago es plano y le ganó con autoridad 2 a 1. No tiene miedo Villegas. Sin cuatro titulares por suspensiones, lesiones y otras causas, le salió a jugar adelantado a Chile. Y pese a la desgracia del arquero Lampe, que se desplomó (se rompió el talón de Aquiles, que era de Lampe, no de Aquiles) y le quedó a Eduardo Vargas el arco libre y sin oposición, fue de nuevo al ataque y logró el segundo gol. Bolivia se inscribe entre los candidatos a pelear la clasificación. Le quedan cinco partidos en El Alto a la Verde, 15 puntos, atención a eso…

 

* Nuevo. Unos le dicen verborrágico, otros vendehumo, pero, donde llega, Gustavo Alfaro deja una marca, crea una ilusión. Lo hizo en Ecuador, en Costa Rica, ahora en Paraguay. En dos partidos le devolvió el alma a la Selección Paraguaya, que retomó la vieja garra guaraní. Derrotó al Brasil más espantoso de que se tenga memoria (1 a 0) y se entonó. “El país está feliz”, dicen los medios asuncenos. Le ganó “a la paraguaya”, luchando cada pelota como luchó en la Guerra Grande, dejando todo. Este Brasil de una modestia franciscana en nombres y en juego no atinó a nada. No era difícil pronosticar la levantada albirroja: tiene muy buen material. Ahora Paraguay será difícil para todos.

 

Balón de Oro Inminente. El título corresponde a Vinicius, quien otra vez defraudó por completo en Brasil. Fue anulado por el lateral suplente de Lanús, Juan José Cáceres (argentino hijo de paraguayos). Perdió 17 balones. “Vinícius no puede jugar solo por nombre. No. Ya empieza a ser hora de dar un poquito más y de moverse, no simplemente quedarse quieto en la izquierda”, escribió Caio Ribeiro, comentarista de Globoesporte, de Brasil. “Hay jugadores nulos con la selección, y uno de ellos es Vinícius”, cerró. Pese a rodo, es amplio favorito a ganar el Balón de Oro.

 

* Real. La estrella del Paraguay-Brasil fue Diego Gómez, el fantástico volante derecho del Inter Miami, de 21 años, al que lo tienen en la mira varios clubes europeos. Lo que se dice un crack de verdad, no de redes sociales. Criterioso, incansable, de buen manejo, con llegada al gol, Diego hizo el gol de la victoria ante Brasil, gol que ya se postula como el más bonito de la Eliminatoria. Recibió un rebote fuera del área brasileña, la paró, hizo pasar de largo a Bruno Guimaraes y le pegó de tres dedos, cruzado, la bola dio en el palo y entró. Un gol inolvidable. Gómez deslumbró en Estados Unidos. Obviamente millones de talentos dijeron en Twitter “y, pero destaca en la MLS, que es una liga de cuarta …” El bueno lo demuestra donde sea.

 

* Real II. Desde luego, Enner Valencia fue abucheado cuando su nombre sonó por los altavoces del estadio de Liga de Quito antes del choque con Perú. Desde luego, Ecuador ganó 1 a 0 con un golazo de Enner Valencia. Una vez más. Desde luego, Los cracks son otros, no Enner Valencia.

 

F: El Universo.

 

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