Pocos análisis médicos son 100% precisos. Parte de la razón es que las personas son inherentemente variables, pero muchas pruebas también se basan en muestras limitadas o sesgadas de pacientes, y nuestro propio trabajo ha demostrado que los investigadores pueden exagerar deliberadamente la efectividad de nuevas pruebas.
Nada de esto significa que debamos dejar de confiar en los análisis de diagnóstico, pero una mejor comprensión de sus fortalezas y debilidades es esencial si queremos utilizarlos sabiamente.
Un ejemplo de un análisis imperfecto ampliamente utilizado es la prueba de detección del antígeno prostático específico (PSA), que mide el nivel de una proteína particular en la sangre como indicador de cáncer de próstata.
Se estima que la prueba detecta el 93% de los cánceres, pero tiene una tasa muy alta de falsos positivos, ya que alrededor del 80% de los hombres con un resultado positivo en realidad no tienen cáncer.
Para aquellos en ese 80%, el resultado crea un estrés innecesario y probablemente se les somete a más pruebas, incluidas biopsias dolorosas.
Las pruebas rápidas de antígenos para covid-19 son otro ejemplo de análisis imperfectos muy utilizados. Una revisión de estas pruebas encontró que, de las personas sin síntomas pero con un resultado positivo, solo el 52% en realidad tenía covid.
Entre las personas con síntomas de covid y un resultado positivo, la precisión de las pruebas aumentó al 89%. Esto muestra cómo el desempeño de una prueba no se puede resumir en un solo número y depende del contexto individual.
En los análisis de sangre, muchos factores extraños pueden influir en los resultados, como la hora del día o la última vez que se ha comido.
Incluso la omnipresente prueba para medir la presión arterial puede resultar inexacta. Los resultados pueden variar dependiendo de si el brazalete se ajusta bien a tu brazo, si tienes las piernas cruzadas y si estás hablando cuando finaliza la prueba.
F: BBC.