Fue compuesta hace dos siglos, el 7 de mayo de 1824. La novena y última sinfonía de Ludwig van Beethoven, paradigma de la música clásica, se estrenó en Viena y hoy es la obra sinfónica más interpretada en el planeta.
Fue compuesta por encargo de la Sociedad Filarmónica de Londres, y su partitura original, Sinfonía n.º 9, opus 125, está en la Biblioteca Estatal de Berlín. Fue declarada en 2002 Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco.
La melodía de la Oda a la alegría, del cuarto movimiento de la composición, se ha convertido en un símbolo de Europa. En 1972 fue adoptada como himno del Consejo de Europa y desde 1985 es también el himno oficial de la Unión Europea (UE).
En su lugar se alza hoy el Hotel Sacher, famoso por su tarta de chocolate homónima y situado justo detrás de la Ópera Estatal de Viena.
El estreno de la Novena sinfonía, un espectáculo en el que Beethoven ya estaba completamente sordo
El estreno mundial estuvo dirigido por Michael Umlauf y supervisado por el propio Beethoven, quien solo se apoyó para su trabajo en las partituras, pues por entonces estaba ya completamente sordo.
Según se cuenta, una cantante tuvo que avisarle al compositor que se diera la vuelta para responder a los clamorosos aplausos de un auditorio entusiasmado que no podía oír. Fue su última aparición en público.
La Novena pasó a la historia como una obra extraordinaria. Hasta entonces, una sinfonía era meramente instrumental, con cuatro movimientos para orquesta, de unos 30 minutos.
Beethoven rompió de forma radical con la tradición con casi 70 minutos,innovaciones en la instrumentalización y, sobre todo, al incorporar las voces de cuatro solistas y un coro que interpretaron la Oda a la alegría.
F: EL UNIVERSO
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