La corrupción en la administración de justicia no puede limitarse a una provincia, como se quiere hacer creer, porque están involucradas las máximas autoridades que con sus acciones dolosas contaminan todo su entorno interno y externo.
Por otro lado, también es absurdo e incorrecto pensar que la corrupción se enquistó solamente en la función judicial. Los equipos y agrupaciones de la corrupción se convierten en mafias porque tienen múltiples actores que participan de manera coordinada en todos los poderes del Estado y en el sector privado.
Cada uno tiene su rol y responde a sus jefes dentro de la jerarquía que protegen la identidad de quienes toman las decisiones más importantes, para que sigan liderando la delincuencia organizada.
Frente a esta realidad que ha existido siempre, pero que en los últimos años ha tomado tanta fuerza que ha contaminado a casi todas las instituciones públicas y privadas, debemos aceptar que la culpa es de la mayoría de los ecuatorianos que eligieron a asambleístas, presidentes de la República, alcaldes, prefectos y otros cargos de elección popular a potenciales delincuentes y personas incapaces de hacer su trabajo.
El CPCCS que continúa en funciones por decisión de la mayoría de los ecuatorianos, considero que es uno de los brazos ejecutores de la corrupción mediante la designación de autoridades sin ética y sin probidad en las principales instituciones de control y administración de la justicia.
Estas autoridades se rodean de servidores con intachable trayectoria en la corrupción para que desde cargos importantes formen parte de la poderosa delincuencia organizada, que está acabando con nuestro país.
Es hora de terminar con el CPCCS, el Consejo de la Judicatura y revisar el rol del Consejo Nacional Electoral como efecto del cambio de la actual Constitución de la República.
No podemos culpar a otros. Nosotros somos los principales culpables con el ejercicio poco razonado de nuestro derecho al voto.
F: EL UNIVERSO
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